lunes, 29 de febrero de 2016

PALACIO DE HERNÁN CORTÉS


FACHADA AL ESTE

Hernán Cortés comenzó a construir su Palacio en 1529, al mismo tiempo que los Padres Franciscanos edificaban su Convento y la primitiva capilla. Precisamente lo edificó a un lado del templete piramidal, donde sin duda se practicaba el culto pagano de la sangrienta religión que privaba en todo el territorio dominado por la etnia acolhúa.
El antiguo poblado se asienta al norte del extenso valle que cierra el eje volcánico que rodea la ciudad de México y que ahí, baja abruptamente mil metros. El clima fresco de los 2300 metros sobre el nivel del mar de la capital mexicana, pasa en el valle de Cuernavaca a los 1300 en solamente 40 minutos de viaje en automóvil.

Este valle está regado por numerosos riachuelos que bajan de la sierra del monte Ajusco a 3700 metros de altitud donde existen frondosos bosques de coníferas, que en invierno se visten nieve. Desde sus enormes balcones naturales se puede contemplar el  esplendoroso panorama del valle con la ciudad de Cuernavaca cuya temperatura primaveral priva durante casi todo el año.  En los valles aledaños todavía existen numerosos manantiales de aguas minerales salutíferas. Cerca de esta ciudad existió el primer hospital naturista de todo el continente americano, en el siglo XVI, adonde acudían personas dolientes de todas partes, hasta del Perú.

Desde los tiempos de los grandes Cacíques acolúhas este valle era visitado por los gobernantes de la ciudad de Méshico-Tenochtitlan como lugar de veraneo.

Hernán Cortés conquistó este señorío antes que la ciudad de Moctezuma y su gusto por la buena vida le hizo volver ahí, para fincar su Palacio en este paraíso natural tan cercano a la capital de Virreinato.

Cuernavaca, derivación castellana del topónimo meshica Cuauhnáhuac quedó incluida en su enorme Marquesado, uno de los dos señoríos novohispanos que otorgó la Corona Española.
 El proyecto es de estilo renacentista adaptado a la geografía y clima subtropical del valle de Cuauhnáhuac, señorío meshica que perteneció a la familia del gran cacique Moctezuma II.  Hernán Cortés había quedado impresionado por el Palacio del Virrey don Diego Colón en Santo Domingo, así que cuando puso manos a la obra de su propio Palacio en Cuernavaca, pidió a los constructores que se basaran en el Palacio de don Diego Colón, que siendo virrey mandó construir en la ciudad de Santo Domingo de la Isla Española en el Caribe. No es remoto que haya sido don Hernán quien haya dibujado algunos bocetos, porque “era también jumétrico”.


FACHADA  AL OESTE

Cortés murió el 2 de diciembre de 1547, en Castilleja de la Cuesta, población cercana a Sevilla, cuando ya tenía determinado regresar a su Palacio de Cuernavaca. El Palacio siguió habitado por su viuda la Marquesa doña Juana de Zúñiga hasta principios de la década de 1560, mientras se terminaban los pleitos familiares que siguieron al Testamento.
La Marquesa se embarcó para Sevilla con sus dos hijas menores Catalina y Juana en esa década y su hijo, el segundo Marqués, don Martín llegó a Nueva España con su familia, visitó varias veces el Palacio entre 1563 y 1565. Pero fue obligado a regresar a España en 1566, por haber sido sospechoso de  participar en la Conjuración de los criollos.

El Palacio de Cuernavaca quedó entonces bajo la custodia del Lic. Altamirano, primo de Cortés y encargado de los asuntos del Marquesado. Desde esa fecha ningún heredero de Cortés vivió en el Palacio hasta la llegada del cuarto Marqués don Pedro Cortés, nieto del Conquistador en la década de 1620. Don Pedro Cortés murió en 1629 y fue enterrado junto a su ilustre abuelo en la Iglesia del Convento de San Francisco.

A lo largo de los siglos del Virreinato y del México independiente hasta la década de 1930, fueron varios de los descendientes italianos de Hernán Cortés que visitaron el antiguo Palacio de Cuernavaca, pero ya nadie vivió en él desde el siglo XIX cuando pasó a ser el Palacio de Gobierno del Estado de Morelos.


FACHADA PRINCIPAL


TESTAMENTO DE HERNÁN CORTÉS
 Primera cláusula: “Primeramente mando, que si muriese en estos reinos de España, mi cuerpo sea puesto e depositado en la iglesia de la parroquia donde estuviere la casa donde yo falleciere, e que allí esté en depósito e hasta que sea tiempo e a mi sucesor le parezca de llevar mis huesos a la Nueva España, lo que le encargo e mando que ansí haga dentro de diez años e antes si fuere posible e que los lleven a la mi villa de Coyoacán, y allí le den tierra en el monasterio de monjas que mando hacer e edificar en la dicha mi villa…y…..constituyo por mi enterramiento y de mis sucesores”.

Por lo anterior hemos visto que la primera preocupación, aparte de estar bien con Dios, era que sus restos descansaran en la tierra de su Conquista, en el país que robó su corazón y que con tan grande empeño lo había liberado del paganismo y tan sabiamente lo había gobernado emitiendo directivas que duraron por muchos años.
Los restos de Hernán Cortés no pudieron quedar en Coyoacán como había sido su deseo. Actualmente permanecen, tras diez consecutivos traslados, en  la Iglesia aneja al Hospital de Jesús Nazareno, del Centro Histórico de la ciudad de México. Una simple placa de bronce consigna:
HERNÁN CORTÉS, 1485-1547.

LUIS OZDEN
BIBLIOGRAFÍA

Apuntes Propios. Luis G. Pérez de León 1998.
Diccionario Porrúa S.A. México 1994.
“HERNÁN CORTÉS”.  José Luis Martínez. México, 1990